Actos de magia

No sabía bien como escribir esta entrada.

Supongo que todo debería de empezar... por el principio, cuando conocí a O.

O. me hizo pensar que me quedaban algunos trucos bajo la manga y me hizo replantearme, ¿hay suficiente magia en mis días?

Y es que ante un horizonte gris y desolado de boletines de prensa (el entra y cuchillo, salen las tripas de las tareas cotidianas en la redacción) no sonaba mal retomar ese emocionante gozo de escribir.

De vivir, también.

Pensaba yo en eso, hace un momento lo pensaba.

Hasta que O. como en cualquier acto de magia, desapareció sin dejar huella. O dejando una huella, pues, pero también una sensación de vacío que me hizo mirar detrás de la cortina, ver el entramado de alambres, luces y cuerdas con el que se ha estado sosteniendo este escenario.

El teatrito que es todo.

Salir a escena, ejecutar tres pases (siempre los mismos) y evitar las preguntas, porque ¡qué incómodo, qué triste, que vacío! Descubrir que no hay magia, ni sombrero con conejo, ni nada.

O. desapareció y me dejó un enero muy triste, muy vacío, extrañador, que remató con la invitación de mis compañeros de generación para reunirnos y recordar los "viejos buenos tiempos de la universidad" (?).

Bueno, yo no tuve de esos. Tuve muchos sueños que iban volando todos directito a Guanajuato, donde me imaginaba mi vida idílica. Pero todo ha ido saliendo de forma diferente a como lo pensé, con tropezones y golpes de suerte, sin que ninguno de esos eventos mágicos se cumplieran.

Así que ya puestos a explorar en los sacos de arena, los contrapesos que nos mueven, las poleas que nos hacen girar y disminuyen la fuerza, estoy acá diseccionando el corazón para ver en qué momento me he perdido el truco.

No quiero pensar que esos diez años se desaparecieron, pero tampoco los explico bien, están  desestructurados. Quisiera contarlos como actos, como crecimiento, como evolución.

Ya los ordené por "trabajos" y "relaciones"; solo me falta ordenarlos por color y por palo de la baraja".

Supongo que sí tuve unos años de corazones y otros años de diamantes. No sé distinguir mis años de trébol y mis años de pica.

¿Y ahora?

Ahora tengo un cajón en donde los pies me salen por la cabeza y la cabeza por donde debían estar los pies. También tengo la lengua en un nudo.

Imagino que O. no quería nada de eso. Sólo quería sacar flores de la manga o a lo mucho un pañuelo de colores de la nariz.

Necesito un libro para desentrañar estos secretos que se me embrollan. O quizá unas vacaciones junto al mar.

Cualquier cosa estuviera bien. Todo sea para no seguir en la caja de la mujer dividida, con los pies en la cabeza y un puño en el corazón.

D.

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